jueves, 1 de abril de 2010

G.K. Chesterton II

IV. La ética en el país de los elfos.

¡Ah! Sí, cuando se es joven, se tienen esos ideales abstractos y esos castillos en el aire; pero llegando a la madurez, todos se desvanecen como nubes y se empieza a creer en la política práctica, a usar los medios de que se dispone y a reconciliarse con el mundo tal cual es.
Y no he perdido en absoluto mis ideales; mi fe es fundamentalmente exacta a lo que ha sido siempre. El hombre, es algo más imponente que los hombres; algo más sorprendente. El vulgar hombre sobre sus dos piernas, como tal, debería ser sentido como algo más emocionante que cualquier música, más sorprendente que cualquier caricatura. Morir es más trágico que morir de hambre. Enamorarse es más poético que languidecer en poesías.
El sentido milagroso de lo humano en sí, debe ser siempre algo más vívido para nosotros que todas las maravillas del poder, de la inteligencia, del arte o de la civilización.
Mientras la fantasía sea fantasía innata, puede ir tan lejos como le plazca. Las cosas en las cuales más creía entonces, las cosas en las cuales más creo ahora, son los llamados “cuentos de hadas.” El país de las hadas no es más que la radiante patria del sentido común. Estaba seguro de que existía el “hombre de la luna”, antes de estar seguro de que la luna existía.
Debemos contestar que es magia. Un árbol da frutas porque es un árbol mágico. El agua cae de la montaña porque está embrujada.
El sol brilla porque está encantado.
Solamente necesitamos cuentos. La vida resulta bastante interesante. En realidad, un bebé, pienso que aproximadamente, es la única persona que puede leer una novela realista moderna, sin aburrirse. Pero a pesar de que caminamos por las calles con una especie de admiración tardía, todavía es con admiración.
¿Puedo no agradecer a nadie el regalo de cumpleaños de mi nacimiento? Sentí y siento que en sí la vida es tan brillante como un brillante y tan frágil como un vidrio de ventana. Porque en los asuntos humanos, la variación generalmente la introduce la muerte y no la vida; el decaimiento o el quebranto de la fuerza o el deseo.
Siempre sentí que la vida, era en primer lugar como una historia; y si hay una historia, también hay un relator.

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